El oso pardo

El oso pardo (Ursus arctos, L.) habita gran parte del Hemisferio Norte, ocupando medios muy diversos, desde la tundra ártica hasta el desierto del Gobi en Mongolia. Su población global ronda los 250.000 ejemplares. Las poblaciones más importantes se localizan en Canadá, Alaska y Rusia; las poblaciones de la Europa Occidental son de reducido tamaño estando muchas de ellas en peligro de extinción.

Los osos de las diferentes zonas presentan importantes diferencias, apareciendo ejemplares en Norteamérica que llegan a alcanzar los 700 kilos de peso para los machos mientras que los osos de Gobi difícilmente alcanzan los 100. Los osos cantábricos son de las subespecies de menor tamaño, rondando las hembras adultas los 80-120 kilos y los machos los 130-200 kilos antes del período de hibernación.

Oso Pardo

La población española de osos habita dos zonas diferentes e incomunicadas entre sí, separadas por cientos de kilómetros; una de ellas ocupa el Pirineo donde la población ronda los 20 ejemplares, la mayoría provenientes de recientes reintroducciones realizadas en la vertiente francesa y la otra se localiza en la Cordillera Cantábrica.

El oso pardo ocupaba antiguamente casi toda la Península Ibérica, siendo común todavía a principios del siglo XVI, momento en el que comenzó un rápido proceso de recesión, para ir quedando relegado a las cadenas montañosas. A mediados del siglo XX la distribución del oso pardo en la Cordillera Cantábrica queda restringida a dos núcleos independientes; en este momento, la población de osos de Galicia queda reducida a una pequeña porción del este de la provincia de Lugo, desapareciendo definitivamente de la Sierra de Caurel y de otras sierras orensanas donde se mantenía hasta principios de siglo.

A pesar que hoy día, en general, se vive una importante disminución de la población humana en las zonas oseras, el grado y diversidad de la actividad humana y la densidad de habitantes en las zonas oseras de la Cordillera Cantábrica sigue siendo elevada.

Desde las primeras décadas de este siglo los osos pardos se distribuyen en la Cordillera Cantábrica en dos poblaciones que posiblemente están incomunicadas: población occidental y población oriental. La población occidental ocupa del orden de 3.000 Km2 y la oriental unos 2.480 Km2. La demografía de ambas poblaciones es muy diferente, con unos 110-120 osos en el primer caso y 20-30 ejemplares en el segundo.

Por tanto, las poblaciones cantábricas de osos ocupan un área de cerca de 5.500 Km2, aunque localizaciones de ejemplares erráticos ampliarían el área hasta cerca de 7.000 Km2. Están separadas por un pasillo de 30-50 km de ancho donde se acumulan importantes infraestructuras y actividades humanas (minería, autopistas, carreteras, ferrocarril, pistas de esquí, gaseoducto…). El área de distribución de la especie se reparte en cuatro Comunidades Autónomas: Asturias, Cantabria, Castilla y León y Galicia. La población osera occidental, en la que se encuadra la Serra dos Ancares de Lugo, se extiende además por Asturias y Castilla y León llegando por el este hasta el Puerto de Pajares; comprende unos 3.000 Km2 sobre todo en Asturias con cerca del 70% de la superficie. La población oriental se extiende por unos 2.480 Km2, desde Campoo de Suso (Cantabria), al Este, hasta el Puerto de Vegarada (Asturias) por el Oeste. Afecta a Castilla y León, Cantabria y Asturias; en torno al 85% de la superficie ocupada pertenece a Castilla y León.

El oso pardo es en la actualidad una especie protegida y considerada por el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas (Ministerio de Medio Ambiente) como «en peligro de extinción», es decir la categoría de amenaza más grave. En 1973 fue declarada especie protegida aunque ya desde 1967 se prohibió su caza al establecerse una veda temporal.

El oso pardo es un animal que en la Cordillera Cantábrica está ligado al medio forestal aunque en ciertos períodos del año utiliza también medios deforestados como matorrales de alta montaña o pastizales. En general se puede afirmar que el oso selecciona por un lado hábitats forestados que le suministran alimento y zona de refugio y por otra, zonas abruptas con fuertes pendientes y formaciones rocosas que le suministran áreas de refugio y de hibernación. En rasgos generales el hábitat del oso pardo está constituido por masas forestales dominadas por haya, roble y castaño fundamentalmente, zonas de alta montaña con pastizales y matorral donde aparecen formaciones de arándano, roquedos y otras zonas abruptas. El territorio ocupado por la especie en Galicia presenta una orografía de montaña, con importantes desniveles, constituyendo un mosaico de formaciones boscosas –qué son las dominantes-, prados, pastizales, roquedos y otras zonas deforestadas dominadas por el matorral, con un buen número de pequeñas aldeas dispersas que determinan una densidad poblacional baja.

El oso pardo es un carnívoro adaptado a la alimentación omnívora predominando de forma mayoritaria la componente vegetal. Su alimentación varía considerablemente a lo largo del año. Cuando el oso termina su hibernación a comienzos de la primavera encuentra escaso alimento disponible, predominando en este momento el consumo de hierbas y otros vegetales carnosos de escaso valor energético; esta alimentación primaveral se complementa con el consumo de pequeños invertebrados (escarabajos, hormigas, etc.). En este período busca con avidez carroñas que hayan podido quedar al descubierto tras el deshielo o muertas recientemente; también en esta época puede realizar algunos ataques (se producen rara vez) a ganado doméstico o fauna salvaje (corzos, venados, etc.), algunos de ellos crías recién nacidas. También puede atacar colmenas en este período, consumiendo la miel y las larvas de abeja.

Durante el verano aparecen ya ciertos alimentos que cuentan con cierto valor energético y nutricional -capaces de satisfacer las necesidades que presenta el oso pardo- como son los frutos carnosos como la cereza, mora, serbal y arándano, constituyendo este último un recurso de gran importancia para la alimentación del plantígrado. Al final del verano está ya disponible la avellana, el primero de los frutos secos de gran aporte energético fundamentales en la biología del oso.

La alimentación otoño-invernal es esencial en el ciclo biológico del oso pardo, aportando la energía necesaria para la hibernación y en el caso de las hembras reproductoras para el buen desarrollo del embarazo y la lactancia de las crías durante los tres primeros meses de vida que transcurren en la osera en estado de hibernación. En este período el oso se alimenta casi exclusivamente de frutos secos, fundamentalmente bellota de las diferentes especies de roble, y en menor medida de hayucos, castañas y otros frutos como manzanas y peras silvestres; complementa en este período su alimentación con el consumo de alguna carroña y esporádicamente colmenas. El oso pardo es un animal esquivo y receloso de la presencia del hombre, por lo que suele elegir para desarrollar su ciclo vital las horas nocturnas en las que encuentra más seguridad y tranquilidad. Sin embargo, en aquellas zonas de la Cordillera Cantábrica donde la presencia humana es muy reducida pueden estar activos durante las horas diurnas, utilizando en menor medida la noche. El oso no es un animal territorial, aunque si suele mostrar una zona vital, menos marcada en los machos los cuales realizan grandes desplazamientos sobre todo durante la época de celo. Los osos jóvenes y subadultos realizan a veces desplazamientos erráticos que los pueden llevar hasta territorios alejados de su área de distribución, tal y como ocurrió en la Sierra de Caurel y Orense por donde vagó un ejemplar en 1998.

El celo en los osos cantábricos ocurre desde finales de abril hasta el mes de julio; las osas son fecundadas pero presentan un parón en el desarrollo de los embriones -los cuales empezarán desarrollarse en el otoño- para parir a principios del mes de enero ya en pleno período de hibernación. El tamaño de camada en los osos se sitúa entre 1 y 3 crías por parto, los cuales ocurren cada dos años. El número de crías por parto aumenta en los años de mayor presencia de alimento y en aquellas osas que se encuentran en el centro de su período reproductor. Los oseznos permanecen junto a su madre durante año y medio, a veces incluso más; así una osa que pare a sus cachorros en enero estará con ellos hasta la primavera siguiente en que volverá a entrar en celo para parir en el invierno. Por tanto, en condiciones ideales una osa pare cada dos años.

El oso pardo ante condiciones extremas durante el invierno en el que no existe alimento disponible o este se encuentra sin posibilidad de acceso al estar cubierto por la nieve adopta un comportamiento consistente en la hibernación, período en el que reduce el consumo energético de manera considerable. Es decir, los osos no hibernan por condiciones climatológicas de fuertes fríos sino por la imposibilidad de acceder al alimento que suele quedar enterrado bajo la nieve o tras su agotamiento en el invierno. Los osos pardos cantábricos suelen comenzar su hibernación alrededor de finales de diciembre-enero dependiendo de la climatología y disponibilidad de alimento. Las primeras en entrar a hibernar son las hembras preñadas (que lo pueden hacer incluso a principios o mediados de diciembre) abandonando la osera a finales de abril o primeros de mayo; así su período de hibernación abarca entre cuatro y cinco meses. El resto de individuos presentan un período de hibernación de alrededor de dos meses, influenciado también por la disponibilidad de alimento y las condiciones climatológicas, de tal manera que se dan casos (se desconoce la frecuencia) en que los osos no hibernan y únicamente se encamarían durante las fuertes nevadas durante un corto período de días. Tanto una presencia copiosa de alimento disponible como la casi nula presencia de éste puede provocar la no entrada de hibernación, en el primer caso por no ser necesaria y en el segundo por no disponer de reservas suficientes para este período, debiendo en este caso los osos vagar durante el invierno por zonas de baja altitud alimentándose de la escasa comida existente para sobrevivir.

La población de osos en la Cordillera Cantábrica ha pasado por momentos críticos entre finales de los 80 y mediados de los 90, hecho que parece estar superándose en los últimos años.

Existen pocos datos fiables y rigurosos que se hayan aproximado a estimar el tamaño poblacional. Estudios genéticos recientemente desarrollados y los censos de osas con crías que se realizan anualmente han permitido estimar la población total de osos en la Cordillera Cantábrica en unos 150 osos (110-120 en la población occidental y 20-30 en la oriental), un número que aunque más positivo que lo que se pensaba años atrás no evita que la especie se encuentre al borde la extinción. Es destacable la desproporción existente entre machos y hembras (más abundantes los primeros) y la alta consanguinidad existente lo que supone un inconveniente para la supervivencia futura de la especie. La población occidental ha dado muestras en los últimos años de un aumento mantenido, pero por el contrario la población oriental parece estar estancada.

La situación de grave peligro de extinción que presenta el oso pardo en España es resultado de una serie de efectos negativos que han afectado tanto a sus efectivos poblacionales como al hábitat que ocupan los osos y que han venido actuando –y algunos todavía lo hacen- durante siglos.

La actividad de caza furtiva que tuvo gran importancia hasta tiempos recientes es en la actualidad muy reducida siendo un factor de amenaza menor. Sin embargo en los últimos 20 años han proliferado otros peligros de gran importancia para el futuro de la población de osos. Entre ellos podemos destacar la disposición de lazos de acero para la captura de jabalís -que provocan daños a los prados de siega- y en los que quedan atrapados los osos, la utilización ilegal de venenos destinados sobre todo al control de lobos y que han provocado varias bajas conocidas entre osos en los últimos años (uno de ellos en los Ancares de Lugo), los disparos en cacerías de jabalí en las que resultan tiroteados accidentalmente osos al ser confundidos con jabalís, la realización de infraestructuras como pistas, carreteras, autovías y vías férreas, que reducen la tranquilidad del hábitat osero o dificultan o impiden la libre circulación de los animales, las crecientes molestias provocadas por el turismo y la destrucción del hábitat provocada por los incendios forestales (también en menor medida por minería a cielo abierto), entre otros.

El futuro de la población osera de la Cordillera Cantábrica pasa por la protección efectiva del hábitat, la disminución de las causas de mortalidad no naturales y la regulación del turismo y de las actividades realizadas en el hábitat del oso pardo. Como aspecto positivo, cabe citar la alta tasa de reproducción, lo que podría hacer recuperarse la población si se evitan las causas de mortalidad.

El oso pardo en Galicia. El oso pardo se distribuye en Galicia por el sector más oriental de la provincia de Lugo, concretamente en la Serra dos Ancares y de forma esporádica y ocasional en otras zonas adyacentes como la Serra de Caurel y Negueira de Muñiz. La población osera de Galicia se encuadra dentro de la subpoblación cantábrica occidental, cuyos efectivos están estimados en alrededor de 110 ejemplares. Los osos presentes en los Ancares de Lugo utilizan indistintamente la Sierra de Ancares de León y en menor medida las zonas limítrofes asturianas, constituyendo una subpoblación diferenciada geográficamente del resto de la población osera a la que está conectada por un estrecho corredor natural. El Plan de Recuperación del Oso Pardo en Galicia –aprobado por Decreto en 1992- delimita el Área de Protección del Oso Pardo a la zona alta de Ancares ocupando una superficie de 12.047 Ha. En conjunto podemos hablar de un hábitat de buena calidad para el mantenimiento de una pequeña población de osos.

Tras la inclusión del oso pardo como especie protegida en 1973 pocas actuaciones en pos de su conservación se realizaron hasta años después; únicamente el establecimiento de las reservas nacionales de caza las cuales fueron dotadas con guardería conocedora de la montaña cantábrica y de los problemas de conservación contribuyeron de manera sensible a la conservación del oso pardo. Tras la transferencia de las competencias de medio ambiente a las comunidades autónomas empiezan a desarrollarse proyectos específicos de conservación que culminan en 1992 en un gran proyecto que abarcó a todas las comunidades cantábricas con presencia de oso pardo, proyecto cofinanciado por fondos LIFE de la Unión Europea y el Ministerio de Medio Ambiente.

Ese proyecto LIFE (1992-1997) constituyó el punto de partida para la conservación específica del oso pardo en Galicia. Con posterioridad se ha desarrollado otro proyecto LIFE (1999-2004) que ha supuesto un gran impulso en los objetivos de conservación del plantígrado en Galicia. Además, la Xunta de Galicia ha dedicado otros fondos propios y europeos para la adopción de medidas de mejora del hábitat osero, contratación de personal, etc. encaminados a aumentar la eficacia en las medidas de conservación.